Después de mudarse a Perú en el 2008, Vargas Lugo vuelve con una muestra que parece una síntesis de sus varios intereses: la pista inicial es que, por primera vez, auto-referencia sus propias piezas. Como siempre en su obra, el lenguaje y la narrativa se desdibujan para dejar lugar a los aspectos formales de las piezas, activando toda clase de asociaciones y ambiguedades. El material principal usado en esta exhibición es el textil, dejando así lugar a la idea de flexibilidad e interpretaciones binarias mientras que juega con las nociones de manufactura y tiempo recurrentes en toda su obra.
Camuflado bajo las apariencias de lo que casi parece ser un parque de diversiones, la muestra hace recurso de depositarios arquetípicos para idealizaciones y aspiraciones a través de herramientas tan diversas como banderas, artefactos mayas y mariposas. El aspecto lúdico de las obras se ensombrece con contenidos ambiguos y distorsionados, que las saturan visualmente.
Ombligo da la bienvenida con su imponente muralla que bloquea al visitante físicamente del resto del espacio. En su parte inferior, hay un gran hoyo cortado dentro de la espesura del muro, invitando a que la gente mire dentro del espacio no-interpretado de la pared mientras que les deja entrever el otro lado. La posibilidad de ver cualquier cosa además de este muro imponente sólo se presenta si alguien se agacha o se acuclilla, creando así una distancia al ponernos en la posición incómoda de voyeurismo. Mira el show, tú Tom el mirón, antes de volverte parte de éste. Como en un truco de magia, la tela negra se ha infiltrado en el hoyo, permitiéndonos ver formas abstractas bordadas. Lo que parece ser un sistema de tuberías es en efecto la abstracción de una antigua pintura maya representando al dios del Maíz, conectado a dos otros personajes por medio de un cordón umbilical. La obra de Vargas Lugo generalmente está vaciada de figuras humanas, así que no es sorprendente que aquí haya borrado a los personajes. Estas imágenes vigorosas, cuyo centro es el dios que da a luz y lleva la vida a su gente al mismo tiempo, ha sido reemplazada por un mapa abstracto de las relaciones entre los protagonistas de la pintura.
Historis Odius, es también el título de dos piezas: una escultura, y lo que el artista llama “pruebas caligráficas”. La escultura está hecha de tela y acero, y su estructura se inspira en el astabandera completemente atiborrado del escudo de la OEA (Organización de Estados Americanos). Sin embargo, desde estos postes no cuelgan banderas sino una tela de dos vistas inspirada en los patrones de la mariposa que comparte su nombre con la pieza. Al igual que con la mariposa, un lado es brillante y atractivo mientras que el otro está camuflado. La lepideroptología nos enseña que el lado brillante de la mariposa sirve como una señal para encontrar pareja o asustar a los depredadores, mientras que el lado camuflado es una manera de que desaparezca en su entorno mientras decansa.
No es sin ironía que Vargas Lugo escoge una mariposa cuyo nombre contrasta violentamente con su apariencia frágil y delicada. Bautizada Historis Odius por Jakob Fabricius en el siglo dieciocho, esta mariposa, cuyo territorio se extiende desde Texas hasta el sur de Brasil, fue victima de la fascinación del naturalista danés por los personajes mitológicos e históricos. Es inútil preguntarnos ahora si él comprendía que este nombre también transmitiría una angustia fundamental acerca del desarrollo de los asuntos humanos y que también parece protestar en si mismo contra el acto de ser nombrado y clasificado.
La caligrafía sobre el muro hace referencia a la vez al graffiti y a la forma maya de escribir en capas: así la pieza crea una imágen genérica y camuflada dentro de la cual podemos leer y ver casi cualquier cosa. Cuando uno se enfoca en lo que dice, finalmente emergen las palabras Historis Odius. Esta vez, la relación entre nombre y objeto se revierte: las palabras pierden sentido dejando lugar a una imagen que se asemeja vagamente a la naturaleza.
Referenciando el suprematismo y el diseño gráfico japonés de los años sesenta, New Flag es una serie de collages inspirados por los patrones de las mariposas y por símbolos emblemáticos tri-dimensionales empleados en las banderas (como estrellas y cruces). Vargas Lugo literalmente explota estos símbolos y crea un vacío que deja lugar a múltiples interpretaciones que no son necesariamente coherentes ni armoniosas entre si.
Lores (Vexations) consiste de una hilera de cinco monitores en el piso. Mientras tres pantallas muestran un flujo contínuo de patrones azules, rojos y amarillos, las dos otras exhiben acercamientos de alas de mariposa que parecen paisajes extraterrestres o imágenes misteriosas y borrosas del interior de nuestro cuerpo. El ritmo que establece el cambio de una imagen a la otra sigue el patrón de Vexations, una pieza de Erik Satie donde el tema se repite 840 veces: una música silenciosa que requiere que escuchemos de manera distinta. Inspirada en las investigaciones de Roger Caillois sobre el mimetismo animal, la pieza explora cómo es que una mariposa que no puede verse a si misma puede crear un patrón que encaja perfectamente con su entorno. La naturaleza, por decirlo de alguna manera, crea una imagen en alta resolución de si misma.
Finalmente, Transferencia Solar toma las banderas de Japón y Bangladesh y las pone frente a frente, transformándolas en espejos la una de la otra. Después, el artista literalmente pone el sol recortado en el piso, en el espacio de indeterminación entre las dos, resaltando el hecho que mientras el sol de un país siempre está saliendo, el sol del otro país siempre se está poniendo.